CONSTANZA.– La edificación del antiguo hotel Nueva Suiza de Constanza parece tener una maldición a la que el sentido común se opone, resistiendo aceptar su condición de abandono.
Así lo demuestra la gente que acude al lugar a celebrar diversas actividades desde el libre esparcimiento, deportes y eventos promocionales especiales que usan su explanada.
En un momento en el que se expropian y declaran propiedades particulares de utilidad pública, el gobierno dominicano mantiene esta infraestructura en franco deterioro. Al mismo tiempo que se encuentra en licitación internacional, sin que inversionista alguno considere rentable su puesta en marcha con fines hoteleros y turísticos; a excepción quizás de Pedro Reyes, uno de los más importantes comerciantes de la región que ha manifestado su interés por adquirirlo o rentarlo.
Para corregir otro detalle de lo que está mal, ministro, querido amigo, José Antonio Rodríguez: póngase su ropa de campaña, se tira su guitarra como un fusil a espaldas y venga por acá acompañado de la ministra de Educación, el ministro de Turismo o mejor aún invite al presidente la República para poner orden en esta casa de malos espíritus, donde se orina y se defeca por doquier, y se hace exhibicionismo sexual y alcohólico.
Aquí los militares de la base Gregorio Luperón hacen sus ejercicios diarios y la explanada se convierte en ruidosa discoteca después de las tres de la mañana perturbando toda la comunidad de Las Auyamas.
Igualmente las áreas de jardín son invadidas y destinadas a la agricultura no por campesinos, sino por empresarios. Un avispero, verdadero chivero sin ley es en lo que hoy se ha convertido el Antiguo Hotel Nueva Suiza.
Aquí puede funcionar cualquier proyecto, una pinacoteca, un centro de estudios técnico pluridisciplinario, la aspirada escuela de cine dominicana, un centro cultural, o al menos para agronomía y hotelería dada la ausencia de una infraestructura y la necesidad de instruir técnicos en esas áreas en nuestro país.
Otro factor a tomar en cuenta e lo favorable que resulta la apacibilidad de la región, el clima y la temperatura para los estudios, en cuyas condiciones hasta por los poros entra el conocimiento.