Constanza.- “Son viviendas pequeñas, pero para ellos es una mansión”. De esta forma resume María Felisa Gutiérrez, directora ejecutiva de la Fundación Collado Gutiérrez (FCG), el impacto social que ha significado para Constanza las 105 viviendas que la FCG ha construido en este municipio desde 2007 en alianza con el Ayuntamiento del Distrito Municipal La Sabina.
A principios de febrero, la fundación celebró la entrega de la casita número 100 a José Dolores Quezada Rodríguez, un comunitario de La Sabina que dice tener 102 años y que vivía en condición vulnerable junto a su esposa.
Ya son 105 las viviendas que han levantado en apenas ocho años y con ellas cumplido el sueño de las familias más pobres del distrito municipal.
La historia de la fundación, sin embargo, se remonta a 1980, cuando Rafael Augusto Collado y María Felisa Gutiérrez trabajaban de manera voluntaria con la iglesia y los clubes del municipio de Constanza en actividades culturales y apoyando a las personas de escasos recursos.
“Hemos trabajado en todo lo relacionado con el desarrollo y el bienestar de nuestro pueblo. Nacimos en Constanza, y aunque luego vinimos aquí a la universidad y residimos en Santo Domingo, nunca hemos dejado atrás nuestras raíces. Siempre hemos estado en contacto con el pueblo y trabajamos en beneficio del municipio”, explica Felisa.
Miembros fundadores de la Asociación para el Desarrollo de Constanza, iniciaron reparando las viviendas: cambiando los pisos de tierra por pisos de cemento, los plásticos que servían de techo por cinc y la hojalata por madera; también llevando energía a los barrios o donando transformadores… A partir de 2007 comienzan a trabajar junto al director del distrito municipal La Sabina, Pedro Ramón Lamarche, y en esta demarcación concentran hoy muchos de sus trabajos comunitarios.
¿La chispa? “Las tormentas Olga y Noel nos destruyeron 12 casas. Y ahí teníamos 12 familias damnificadas. En los campos hay gente que se da a conocer por su pobreza y otros por su invalidez. Teníamos una mujer con dos hijos que dormían en la primera galería que encontraban. A ella le compramos el terreno y le hicimos su vivienda. Y así hay muchos casos”, sostiene Lamarche.
Las casitas se levantan en el mismo lugar donde residen sus dueños. Los vecinos los acogen por unos días mientras se trabaja. Una vivienda está lista en el tiempo récord de 10 días, porque un equipo de empleados y voluntarios de la comunidad se esmera en ese objetivo.
Esta labor de construcción y reconstrucción de viviendas ha sido extendida a otras comunidades y barrios del municipio.
¿Cómo eligen a los beneficiaros? Las propias condiciones de las viviendas delatan la urgencia de mejorarlas, dice Felisa.
“Llevamos 105 casas. Cuando miras alrededor, dices: ‘Bueno, estamos haciendo una obra de caridad a una persona’, pero hay 10 más que están en las mismas condiciones”, apunta.
No es una casa lujosa, añade Collado, presidente de la FCG. “Quisiéramos hacérselas con techo de cemento y todo, pero es habitable. En un grado del uno al diez, ellos vivían en uno, por no decir cero. Nosotros los llevamos a seis o a siete, y se sienten inmensamente felices”.
En lugares donde no hay agua, la FCG les construye una letrina, y en algunos sitios donde hay más de una vivienda sin letrinas, les hacen un baño común.
“Eso ayuda mucho a evitar la promiscuidad -agrega Felisa-. A veces duermen todos juntos, y eso trae muchos incestos. Con las nuevas casitas, aunque no tengan una habitación para cada uno, en una habitación pueden dormir los hijos y en otra los padres”.
Aumentan las solicitudes
Una casa de dos habitaciones, con sala y comedor corridos, se construye con RD$150,000. Los recursos los aportan la fundación, el ayuntamiento de La Sabina y amigos de la pareja.
Como las solicitudes para construir y mejorar casitas han aumentado, la FCG se ha visto en la necesidad de solicitar ayuda, pues se trata de una institución familiar y no recibe subvención. Incluso no está registrada, dicen Collado y Gutiérrez.
Ambos desempeñan cargos públicos en el Estado, oficios que prefieren mantener al margen de sus labores humanitarias.
El hecho es que Collado, Gutiérrez y Lamarche consideran que si más personas, entidades y ayuntamientos del país se involucraran en obras como esta, más familias podrían tener su casita y mejorar su calidad de vida.
Solo un ejemplo. Para sobrevivir al fuerte frío de Constanza, las familias más pobres hacen un hoyo en el piso de tierra, le colocan sacos, periódicos y ropa vieja y allí se acuestan.
“Cogen una lata de aceite, le hacen hoyos en los lados, le ponen carbón o leña y la prenden por las noches para que les sirva de calefacción”, dice Collado. ¿Desea ayudar? 809-467-2919.
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MÁS COLABORACIÓN, MENOS POBREZA
Ni la Fundación Collado Gutiérrez ni el ayuntamiento de La Sabina aceptan donaciones de dinero. Si alguien desea colaborar, prefieren que sea con la donación de materiales o que los cheques se hagan a nombre de la empresa donde compran los materiales.
“Grano a grano se llena la gallina el buche. Si todos ponemos un granito de arena, o damos 10 blocks o dos fundas de cemento, no se hace una casa, es verdad, pero se hace un acopio para trabajar”, dice Felisa.
Collado añade: “Si nosotros, una fundación privada y un ayuntamiento pobre hemos logrado levantar 105 casitas y hacer muchas otras reparaciones, otros pueden hacerlo también. Si otras fundaciones y otros ayuntamientos se animan y hacen lo mismo en todo el país, la pobreza se puede ir reduciendo y no se le deja todo al gobierno”.
La pobreza ha aumentado en este municipio agrícola producto de la migración de familias del sur del país y de haitianos a la zona, acrecentada a finales de la década de los 90, explican. “También la falta de atención al campesino ha hecho que muchos de ellos migren alrededor de las ciudades”, afirma Collado.