Este paisaje montañoso que forma parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, tiene su razón de existir en la preservación y reproducción del árbol ébano verde (nombre científico magnolia pallescens).
Pero además, según su director, el guarda-parques Rildes Sánchez, la RCEV ofrece atractivos como balbearios y senderos en los que al recorrerlos, los visitantes aprenden mientras se divierten y respiran el aire fresco de la cordillera Central.
Estaciones
La RCEV cuenta, además, con tres estaciones para la investigación, educación y administración de la zona; área para acampar al aire libre, dos estaciones climatológicas y una serie de pluviómetros para la obtención de información y análisis sobre precipitación y humedad relativa.
También, en su extensión que abarca 30 kilómey tros cuadrados, posee cuatro torres de vigilancia y el centro de visitantes Fernando Domínguez, el cual alberga laboratorio y sala museográfica donde son impartidas conferencias y charlas educativas. “Las personas deben sentirse orgullosas y dispuestas a apoyar las iniciativas que contribuyen a la preservación de nuestro patrimonio natural, en provecho de las presentes y futuras generaciones”, expresa Sánchez.
La Fundación para el Mejoramiento Humano, conocida como Progressio (que en griego significa progreso), es la responsable del manejo kilómey administración, mediante un acuerdo con el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales. La RCEV fue creada mediante el decreto 417-89, del 26 de octubre de 1989.
Flora y fauna
En esta área se ha reportado 688 especies de plantas que representa el diez por ciento de la isla (incluyendo orquídeas, helechos y brome lías), de las cuales 499 son plantas que florecen y 153 son endémica.
Por otra parte, en la RCEV habitan 90 especies de aves, de las cuales 48 residen permanentemente, 20 son endémicas y 22 son migratorias.