Llegué a New York en el 1995, aproximadamente a mediados de la primavera, con un clima agradable muy parecido al clima de mi Constanza.
Me esperaban en la casa del tio Pedro, donde vivía también Maria Elena. (De tío Pedro les contaré más adelante). Era un edificio de ladrillos, sin pintura, estructuras típicas del lugar, poco llamativas, sin lujos, pero, tenía un árbol que daba a la ventana y eso para mí era más que suficiente.
¿Que me encantó del lugar? Saint James park, que estaba justo al cruzar la calle, por debajo de los rieles del tren 4.
Este parque fue un lugar de refugio; cuando no estaba ahí, me la pasaba mirando desde la ventana, observando los niños jugar, los grupos de jóvenes que preparaban obras de teatro y coreografía de bailes, niños en bicicletas y en patines, las canchas y demás áreas recreativas. En ese parque aprendí a patinar.
La misma noche que llegué de República Dominicana, fuimos al hospital. Este fue mi primer paseo en la gran ciudad y en ambulancia. Por la distancia recorrida, de aproximadamente unos quince minutos, pude deducir que no estábamos lejos de la casa. Eran como las ocho de la noche, supongo que por la hora y por haber llegado en ambulancia, entramos por emergencia.
Sin exagerar, creo que a partir de ese día desarrollé una fobia a las salas de emergencias. Largas horas de espera, cansancio, sueño y una ansiedad incontrolable. Esa noche me di cuenta que realmente las salas de emergencias en los Estados Unidos (United States), eran tal cuál como aparecían en las películas. (Risa sarcástica). Mucho movimiento, cientos de paciente y una ola de enfermeros, enfermeras y doctores, que desfilaban por los interminables pasillos del enorme hospital.
Las horas seguían pasando y nosotras permaneciamos sentadas sin atención alguna; desde que los paramédicos nos dejaron en la sala, no habíamos tenido contacto con ningún personal. Horas después escuchamos mi nombre, por el altavoz.
Milena Delgado, favor pasar por la ventanilla cuatro (en inglés por supuesto). No se porqué, pero las mayorías de ventanillas con el número 4, son utilizadas para el mismo objetivo, el departamento de cobros. $$$$$.
Sin seguro médico y sin dinero, nos paramos en la ventana. Maria Elena se encargó del discurso y al cabo de unos quince minutos, estaba firmando una pila de papeles, supongo que eran algo así como garantizando que se hacía cargo de mis gastos médicos. (En lo que se resolvía el caso).
Volvimos a sentarnos, nos acompaña Yiya, que en ese entonces era la esposa de mi tío Jose Amado. Se dan cuenta que cada vez aparecen más ángeles en el escenario?
Otra larga espera, esta vez con hambre, con sueño y perturbados por la falta de atención.
Se acerca una enferma, me coloca una cinta en la muñeca y nos pasa una tarjeta azul que incluía mi nombre, dirección y número de paciente. Esa tarjeta fue mi pase de entrada al mundo de la ciencia.